Pensamientos de madrugada V
Acá estoy de nuevo, con una botella de whisky
a medio terminar. Sí, a eso he llegado, a tomar whisky como en esas series que
te gustaban, que nos gustaban. Con una botella a medio terminar e intentando
escribir algo para ti. Podría ser una carta, pero ya tienes muchas, y comenzar
con un hola y terminar con un hasta pronto ya perdió sentido. Intente escribir
un poema, pero descubrí que eso de rimar no va conmigo y la prosa ya se hace
monótona. Quise también una canción pero, ¡¿en serio?! Yo no tengo ritmo y duré
más de lo que dura Norther Winslow en “el gran pez” y no logré más de las tres líneas que el escribe. Es
una buena película, ¿sabes? Es de esas que podría repetir en una tarde de
sábado con lluvia y comida, mientras nos tapamos con una cobija corta y los
gatos se pasean por entre nuestras piernas, obligándonos a quedarnos en la
misma posición porque no somos capaces de despertarlos, hasta que el hambre los
hace irse y volvemos a ser los dos en medio de la tenue luz de la luna entrando
por la claraboya. Volvemos a ser solo tú y yo, mirándonos como si fuera nuestra
primera cita, llenos de nervios, sonriendo y preguntándonos que pasa. Volvemos a
ser ese par de tórtolos que han pecado y se han perdonado. Que solo quieren
besarse, y que cuando ese beso se haga realidad comience a regocijarnos y a
hacernos temblar, haciendo que la ropa vuele de un lado al otro mientras nos
miramos, mientras nuestra respiración se torna más agitada y nuestras manos se
ponen traviesas y acariciamos esa parte del otro que más nos excita.
Pero no es de eso de lo que he venido a hablar, de nada vale llenarme de ganas mientras lo escribo y llenarte de antojos mientras lo lees. Y siendo sincero, no sé qué espero con esto. Solo decidí escribir de nuevo para que no olvides que no dejo de pensar en ti. Quizá el whisky hizo efecto bastante pronto y junto con la música que suena de fondo decidí ser valiente y volverlo a hacer. No recuerdo bien cuando fue la última vez que pude escribir algo que quisiera conservar o permitir que leyeras, pero acá estoy de nuevo, intentando no ser incoherente, ni de llenar el papel de la misma retahíla de siempre (aunque no me voy a mentir. Sé que algo muy similar ya lo había escrito). No tengo claro si quiero hablar de algo puntual. A veces solo quisiera dejar de escribirlo y poder hacerlo realidad, como eso de poder estar en el medio de la nada, en una cabañita en un lugar más bien frío, tomando shots de algún licor para calentarnos y viendo la luna y un cielo estrellado mientras nos reímos y decimos las mismas sandeces que acostumbramos a decir. O quizá podríamos intentar adivinar las constelaciones. He visto que es algo muy tradicional del cine romance que suelo ver, y aunque no he aprendido nada, al menos podría intentar jugar un rato a llevarte por constelaciones que sé que no verás porque muy probablemente habrás dejado las gafas en algún lugar.
Hoy no vine a decir nada nuevo o diferente. Tampoco lo mismo de siempre (aunque probablemente ya lo hice), porque hoy solo quise volver a ser yo por medio de un escrito en el que te hablo como si tuviera la certeza de que lo fueras a leer. A veces pienso que estoy enloqueciendo, y no me disgusta la idea. Pero no deja de ser comiquísimo pensar que intento no alargarme, ni usar una jerga de tomo y lomo solo para que sepas lo que siempre has sabido:
Te quiero a mi lado, siempre.
Comentarios
Publicar un comentario