Dudas

Una vez más estoy ahogando mis penas en un vaso de licor amargo y barato. No me siento mal, y debo aceptarlo, pero tampoco soy quien quisiera ser. No estoy tranquilo pero tampoco me siento infeliz. No me hallo perdido pero siento que soy un ente que roba aire. Una y otra vez me levanto y lo primero que me repito es: “Vida, estoy listo para que me lleves cuando quieras”. Y si, sé que no debería ser así, pero la mayoría de veces es difícil luchar contra ese tipo de pensamientos. Y no es porque lo quiera, solo que me siento preparado para todo lo que llegue en el momento que llegue y de la manera que llegue. No es la primera vez que lo pienso y sé que tampoco será la última.

Las noches pasan largas, cargadas de insomnios y pesadillas. Algunas tan reales que al abrir los ojos asustado me cuesta creer que no sucedieron en realidad. ¿Qué agobia tanto mi mente para que siga siendo así después de tanto tiempo? ¿Es alguna clase de karma que estoy pagando? Ya no lo sé, y tampoco quiero entender la razón, solo quiero que deje de suceder. El café ya no sabe igual, las horas pasan más lentas, los días grises se sienten como tal, ya no hallo esa calma en los días fríos que tanto me gustan. Desde el primer momento al despertar hasta cuando logro conciliar un poco el sueño, mi cabeza es un bodrio lleno de tormentas, muchas que a veces yo mismo me armo pensando en lo que quise que fuera y no sucedió. Las preguntas son tantas que no hay respuestas para cada una de ellas. Y si, a veces es mejor dejarlas así. Que poco a poco el tiempo las vaya ocultando y no entenderlas.

Soy el dueño de mi presente, ese es mi mantra diario, pero que difícil ha sido vivir el día a día cuando lo que quiero no está ahí. Me estanco en el barranco de la incertidumbre, de la zozobra. A veces mis pensamientos se van en blanco, idealizando algo que no debería. Llenando mi mente de pensamientos que luego plasmaré en un papel, papel que posiblemente dejaré que se lo lleve el viento o se convierta en cenizas. Es la manera más cómoda de librarme poco a poco de todo lo que me raya en la cabeza y en el corazón. Quiero encontrar la solución, poder darle forma a todo. Quiero dejar de fingir que nunca voy a pasar de esto, que las cosas están como quiero cuando no es así. Quiero liberarme, darle rumbo fijo a mi vida. Quiero perderme un poco, quizás por siempre, iniciar de cero, despertar en un lugar diferente y saber que todo es nuevo para mí, que mis pensamientos deben ordenarse para poder darle cabida a nuevas cosas, a nuevas oportunidades, a sanarme, a curar esas heridas que están ahí estancadas y que no me dejan progresar. Pero no soy tan valiente como para intentarlo. Me aferro a esto como un niño a un dulce.

Va bien, todo va bien… lo suficiente como para continuar, como para ser el caudillo de mis pasos. Va tan bien que a veces me afana entenderlo. Después de una larga temporada donde nada cogía forma, realmente puedo decir que todo lo está. Solo es esa falta de credibilidad en mi lo que me atrapa en este sentir extraño donde nada pareciera marchar bajo la senda que debería. Poco a poco los ojos se van abriendo, la copa ya vacía me genera ciertas dudas. El cenicero resultó más lleno de lo que yo mismo esperaba, la garganta me arde, es una manera lenta y poco agradable de buscarle males al cuerpo, males que de alguna manera generan placer, males que distraen a la conciencia de la realidad. Otro día que pasa, sentimientos similares, pensamientos iguales, sueños que no cambian, ideas llenas de ilusión… dolor, mucho, <pero tranquilidad>, en medio de todo, mucha tranquilidad. Sé que lo que estoy haciendo está bien, y que pase lo que pase, lo intenté todo de mí. No será el fin, pero es un comienzo al que ya estoy acostumbrado. Que pasen los días y que se vengan con todo lo que traigan, a los golpes se aprende y poco a poco estoy forjando mi armadura. No seré más un lacayo, hoy lo lucho con más ganas.  

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