Pensamientos de madrugada IV

Nuevamente soy preso de mis pesadillas. Una y otra vez he soñado lo mismo, una horrenda situación que termina con mi muerte de una forma abrupta en los brazos de una persona que con desconsuelo lamenta no poder ayudarme. Las noches pasan, el sudor frío me invade junto con el desespero y la inquietud de querer despertar y no poder hacerlo. Ya sé cómo va a terminar esto y por más que quiera evitarlo siempre sucede, solo que está vez ya no me siento capaz de repetirlo.

Despierto de un brinco, con la respiración agitada, ahogado, empapado, sintiendo las pulsaciones de mi corazón golpear en mi pecho con una arritmia fuera de lo común. Mis manos tiemblan como si estuviera congelado pero ardo en una extraña fiebre, el reloj marca las 3:25, el amanecer está próximo y nuevamente estoy sentado al borde de la cama intentando controlar mis nervios, evitando dejar que la ansiedad me gane y logre llevarme al descontrol. Una vez más lidio con la batalla interna de confrontar mis miedos, de ser quien lleva la batuta y controla esas angustias que me genera el diario vivir. Ya no puedo fiarme de esa típica frase: "cada día trae lo suyo", porque llegué al punto de entender que esa decisión la generamos nosotros, pero está vez ya no me siento capaz. Lo di todo una y otra vez, pero está vez no puedo más. 

Una maldita pesadilla que lleva rondando meses en mi cabeza me desequilibra de la manera más absurda y no hallo forma de evitar que me destroce. Ahora solo guardó silencio mientras paso un trago amargo de saliva que logra alborotarse en mi interior recordándome aquella úlcera con la que convivo. Esa que me recuerda que la ansiedad y el estrés de la situación están latentes y pueden gobernar sobre mi si quieren. El boticario está cerca, un trago de agua, pastas para controlar el dolor, otro trago de agua, un suspiro largo y profundo y vuelvo a estar bajo las cobijas. Un poco menos tenso pero tan inquieto como para no volver a dormir. Está tan oscuro que no logro asimilar la idea de tener los ojos abiertos y estar mirando a la nada. Otra noche más que paso en vela, durmiendo solo lo suficiente para soñar que muero, mientras busco confort en la idea de que eres tú quien miro por última vez. Bastante cringe para mi, pero totalmente válido como para sentir confort con eso.
¿Asusta? Si, cómo nada en la vida, más que por la idea de verme muerto, por el hecho de repetirlo una y otra y otra vez. ¿Duele? Si, el verte en mi sueños llorando sin consuelo mientras me consientes de la misma manera en que lo hacías esas noches dónde solo éramos tu y yo y calmabas mis pesadillas con paciencia y angustia. ¿Frustra? Lo suficiente como para apegarme a mis oraciones y pedirle a Dios que no permita que eso suceda.

 Y si, no soy un cobarde, soy tan valiente como para seguir adelante, cómo para luchar y no rendirme, pero soy tan humano como para entender que mis sueños no están lejos de la realidad. Por eso cuento lo que me pasa, porque me aferro a esa extraña idea que contarlo es hacer que no suceda, más allá del miedo que me causa morir de esa manera, es lidiar con el pensamiento de no tener el tiempo suficiente para amarte más de lo que lo hago ahora en silencio, de no poder protegerte o cuidar de ti si algún día lo necesitaras, y no es que piense que no puedas hacerlo sola, es solo por que quiero estar junto a ti, y cumplirle esa promesa a Dios de lograr siempre poner una sonrisa en tu rostro. 

Ya se escuchan los primeros pájaros cantando por la mañana. 5:10 de la mañana y la madrugada paso ligera entre mi susto y mis pensamientos posteriores. Otro día que empieza y yo sin afán solo deseo que llegue la noche para darle la vuelta a la pesadilla y terminar soñando que me acuesto en tus piernas, pero está vez ambos sonreímos y nos besamos con la pasión y el deseo que siempre nos unió. Otro día más en qué le pido a Dios por ti, porque tus ojos no dejen de brillar y tú sonrisa jamás abandone tu rostro. Otro día más en qué mi promesa eres tú. 

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