Soledad

La tarde era fría, nublada, con pronóstico de lluvias hacia las horas de la noche. La gente caminaba ligero y con afán, algunos apuntando sus abrigos, otros con las manos en los bolsillos y sus bufandas que solo dejaban ver sus ojos. El viento mecía los vestidos como capas de héroes de los comics del kiosko. Los parasoles del café se movían fuerte como si quisieran salir a volar y ser como la sombrilla en el musical de Mary Poppins. Ya la servilleta debajo de la taza tenía la marca del té regado y el cenicero solo tenía el rastro de los cigarrillos apagados, sin colillas ni residuos. Era una tarde fría como hacía tiempo nadie en el pueblo sentía, y yo, simplemente estaba ahí pensando en cuál sería mi siguiente movida. ¿Otro té? No, innecesario para mí. ¿Caminar como el resto de la gente? Quizá, pronto las calles estarían solas y podría caminar con calma escuchando mis pasos fuertes sobre las calles de piedra. Pero… ¿y la lluvia? Estaba pronta, las golondrinas revoloteaban y parecía que hicieran una coreografía con el viento voráz. Daba igual. Una lluvia no me haría sentir mejor, y el ruido de la gente que llegaba al café solo me molestaba más, no podía escuchar lo que pensaba… ¿Por qué no se callan? Quiero estar solo, pero la plaza del centro resulta ser algo ajetreada en días como el de hoy. 

Uno a uno mis pasos me hacían avanzar por calles desoladas, lejos del confort de la gente que prefiere el movimiento a la placidez de su casa. Una chimenea sería ideal, mi mascota, si la tuviera, me acompañaría sentada junto a mi mientras leía alguna novela de Allan Poe o Fernando Pessoa. El fuerte sabor de un whisky económico bajando por mi garganta me recordaría que estoy vivo, pero solo. Quizá eso me haga estar más muerto, sin nadie cerca a mi con quien pueda compartir una anécdota, un debate sobre extremos políticos, o quien aprecie mi desnudez a cualquier momento del día. Estoy solo, mis pensamientos se diluyen y hago música con mi boca, el compás lo marcan los tacos de mis zapatos al caminar. Un, dos, tres y brinco, cambio el pie y avanzo otra vez. Cuatro, cinco, seis, media vuelta y camino al revés… siete, ocho, nueve y diez… ¿quién soy realmente? Un andariego solitario, no cansado de la vida pero si en busca de algo nuevo, compañía, algo que me haga sentir que estoy vivo en verdad. Sí, no es vida estar solo, aún cuando prefiero evitar las multitudes, los eventos sociales, las reuniones hipócritas con la familia que nunca veo y las tardes de póquer con los del trabajo, no es vida vivir así… ¿Qué puedo hacer ahora? Empezar de cero, una nueva vida, empacar maletas y tomar rumbo a lo desconocido… no, no es mala idea pero me gusta estar acá. Vivo lejos del suburbio donde la calma se encuentra en las noches estrelladas y frías. 

-“Señor, su cuenta. Ya vamos a cerrar”… las horas pasan rápido cuando imaginas distintas cosas. Él tiempo no se mide en días vividos sino en momentos perdidos. Un día estás vivo, al siguiente no lo sabes. ¿Vives solo? ¿O la soledad es tu compañía? No es lo mismo. Cada quien elige que hacer. Dejo el dinero en la mesa, agradezco a la mesera, tomo mi abrigo y camino hacia lo oscuro, lejos de la multitud escandalosa, siguiendo el brillo al final del camino, deseando con ansias despertar al otro día, seguramente pediré un café fuerte, el té me está haciendo delirar. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pensamientos de madrugada VI

Inexplicable

Pensamientos de café